El sentido del humor es un asunto bastante «serio» aunque parezca una paradoja. El ser humano se ríe de otros seres y también de sí mismo. Esta capacidad de reír, de percibir en lo que oímos, vemos o percibimos de cualquier otra manera, algo divertido, gracioso o ridículo nos hace, de alguna manera, humanos. Para algunos el humor está ligado a la sinrazón, para otros es una manifestación de la inteligencia y la razón. Por supuesto ha tenido su espacio en las preocupaciones de pensadores y filósofos, desde Aristóteles (que en su libro perdido sobre la risa la ve como forma de conocimiento de la realidad desde otro punto de vista) hasta Bergson (que piensa que lo que nos produce risa es aquello que se nos presenta como una caricatura de nosotros mismos) muchos han pensado de dónde viene este sentido.
Para algunos reír es algo inferior, propio de personas primarias y necias, a las que cualquier cosa les hace gracia. Para otros es algo bueno, incluso higiénico; una forma de expresar la otra cara de la amarga realidad y que nos permite enfrentarnos a una existencia casi siempre triste o penosa.
La risa, el sentido del humor, la caricatura, la comedia, la ironía, la mofa, el sarcasmo… constituyen una cadena en la que se puede pasar de la ligera sonrisa que provoca un gesto infantil o una palabra amable hasta la amarga ira que levanta un comentario jocoso e hiriente en la persona que se siente sometida a la crítica. «No sabe aguantar una broma» solemos decir o, también, «ha sido una broma muy pesada». De esta manera los chistes, los chascarrillos y los comentarios o escenas mordaces están presentes en nuestros medios de comunicación de manera continua, no solo como forma de entretenimiento, sino también, en muchas ocasiones como sistema de crítica social o política. El humor ha sido un arma para luchar contra las tiranías, los estados totalitarios y las dictaduras de todo pelo (las dictaduras no son muy aficionadas al humor), ha servido para entretener y adormecer las conciencias, para ridiculizar a los sabios y ensalzar a los necios (o al contrario). Sin duda el humor está en nosotros y lo usamos de manera continua disfrutándolo o sufriéndolo.
Los reyes de la antigüedad gustaban de tener cerca de ellos a bufones que le divertían y le distraían, a la vez que les transmitían una información sobre lo que le rodeaba que nadie, más que ellos, se atrevían a decir. Payasos, cómicos y arlequines han sido valorados en la historia como personajes importantes que ayudaron a la mejora de su tiempo. A los ricos les gustaban los entremeses en los que se hacía de ellos mismos parodia…pero hasta cierto punto. Pasado ese punto la cosa cambiaba y uno de estos cómicos o tunantes se jugaba la vida.
Y es, precisamente de esto de lo que me gustaría hablar hoy con vosotros. ¿Cuándo se pasa alguien de la raya?
Estamos asistiendo en estos momentos a una diatriba interesante. Unos «Muñegotes» franceses han parodiado a algunos de los más grandes deportistas españoles en relación al dopaje. El tema se ha disparado después de la sentencia del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) contra Contador por su «supuesto» doping en el Tour de hace dos años. En las imágenes de los famosos guiñoles televisivos se ve cómo uno, que representa a Nadal, firma un papel con una jeringuilla con sangre. Además de Nadal, están también representados Contador, Casillas o Gasol. Esto ha sido mal recibido por las asociaciones de deportistas españoles y por las propias autoridades gubernamentales. Dos ministros han respondido airadamente y han pedido explicaciones al gobierno francés y a la cadena televisiva privada que lo ha emitido. La propia vicepresidenta del gobierno ha intervenido criticando esta actuación del programa francés y abogando por la restitución del honor y la limpieza del deporte español. La prensa española se ha hecho eco de esta controversia y ha dedicado algunos artículos a la polémica (aquí os dejo uno que resume muy bien el estado de ánimo: EL PAÍS)
¿Es para tanto? ¿Por qué nos sienta tan mal esta crítica? ¿Se debe tomar tan en serio? ¿Puede un ministro responder a lo que hace o dice un muñeco de goma en la televisión? ¿Es democrático pedir la retirada de estas mofas o críticas? ¿Qué entra y qué no en la libertad de prensa y el derecho al honor?¿Existe tras esta mordacidad algo así como un sentimiendo de envidia o revancha contra España y los deportistas españoles por sus repetidos triunfos durante los últimos años? ¿Degrada nuestra imagen o nos debe hacer pensar? Estos y muchos otros interrogantes me vienen a la cabeza.
Espero vuestros comentarios.